viernes, 5 de diciembre de 2008

¿Porqué no puedo vivir de sueños?



20:00 h
Él estaba sólo en casa, en la cocina, preparando la cena. Sabía que ella llegaría pronto y esperaba su presencia con impaciencia.
Llevaba sólo un pantalón vaquero negro y unas deportivas.
Había salido de trabajar antes que ella, como de costumbre y había pensado que le gustaría llegar a casa y encontrarlo todo listo. Además no había nada en el mundo que le gustara más que estar con ella y cuantas menos cosas pendientes hubiera, más tiempo tendrían para estar juntos… solos…
Se le antojaba imposible hace apenas unos meses, pero ahora, por fin se tenían el uno al otro.
Todo esto iba pensando él mientras ponía la mesa, preparaba la cena y limpiaba los utensilios de cocina una vez les había dado uso para no tener nada pendiente cuando la dueña de su corazón llegara a casa.

20:38 h
Sonríe. Ha escuchado la puerta, sólo puede ser ella.
De repente, unos brazos le rodean por debajo de los suyos mientras el remueve la salsa. Ella, estaba helada, pues venía de la calle, pero el siempre disfrutó de todos y cada uno de sus abrazos. Le llenaban de calor, de complicidad, amor… Entonces ella le besó entre el hombro y el cuello y preguntó: ¡Que bien huele! ¿Me estás haciendo la cenita? Él sonrió, se giró, asintió y respondió con otro abrazo al suyo. Luego entornó los ojos levemente y la besó en los labios. Había soñado tanto tiempo con sus labios… con sus ojos… su respiración… quería sentir su respiración cerca… y ahora podía hacerlo cuanto quisiera.

20:54h
Se sentaron a cenar y charlaron sobre como les había ido el día. Todo tranquilo, un día perfectamente normal. También hablaron de cuando aún no tenían nada, de cuando eran sólo amigos, de cómo habían hablado de un posible futuro juntos. Entonces ella afirmaba que no podía salir bien, que todo terminaría yéndose al traste y él pensaba, aunque nunca se lo dijo, que con lo que sentía por ella no podía romperse nada, pues era tan grande y real que ni él mismo se lo terminaba de creer. Siempre que la miraba, se convertía en una vela encendida que se derretía… antes de dormir (y siempre gracias a una conversación con ella) le mandaba un abrazo estuviera donde estuviera convencido de que ella lo sentiría, cuando despertaba lo primero que hacía era pensar en si la vería y si lo sabía de antemano, se pasaba el día nervioso esperando el momento de convertirse en cera líquida. Y ahora, vivían juntos. No podía ser más idílico.

21:43h
Después de cenar, recogieron la cocina entre los dos. A él le gustaba fregar los platos con ella, la manera en que cogía los vasos de entre sus propias manos jabonosas para luego aclararlos, sus miradas, su sonrisa, su respiración otra vez, podía sentirla sin problemas y sabía que mientras la sintiera, seguiría vivo. Ella también era feliz a su lado y se lo demostraba de muchas maneras, pero probablemente a el lo que más le gustaba era que le sonriera y le besara esporádicamente, sin ninguna razón, simplemente porque ella lo sentía.

21:56h
Decidieron ver una película y se instalaron cómodamente en el sofá, tapados con una manta y todo lo abrazados que permitía el reducido espacio.

23:37h
Después de la película y aprovechando que al día siguiente (Domingo) ninguno de los dos tenía nada que hacer, ella propuso montar el árbol de Navidad, pues esta se acercaba y no quería tener que hacer nada con prisas. Se pusieron manos a la obra enseguida. Todo lo hicieron a medias, el montaje del árbol, la colocación de bolas y luces, todo… Cuando él ponía algo que ella hubiera preferido de otro modo, ella se lo decía y él de muy buena gana lo cambiaba y si pasaba al revés tampoco había problema.
Eso les llenaba. El saber que estaban de acuerdo en casi todo y que en lo que no se estaba mandaba el respeto y buscaban una solución que complaciera a ambos. Les hacía sentirse más personas.
Cuando él fue a encender las luces del árbol, ella le pidió (con una voz que en el pasado no terminaba de gustarle, pero que ahora le volvía loco) si le dejaba hacerlo, que le hacía ilusión y el accedió sin problema alguno. Le gustaba verla feliz, le satisfacía poder sacarle una sonrisa con tan poca cosa, así que ¿Porqué iba a negarse?
Entonces se encendieron las luces a la vez que él sin dejar de mirarla apagaba la del comedor y luego se abrazaron.
Contemplaban lo bien que les había quedado el árbol y pasado un tiempo, ella, abrazándole el alma le dijo mirándole a los ojos: Nunca más pasaremos una Navidad solos.
Sonrieron, y se besaron depositando toso su amor en cada segundo, en cada beso…

9:03h
Sonó el teléfono, y entonces me desperté dándome cuenta a la vez de que todo había sido un sueño, pero no pudo sino sonreír, pues era ella… y empezaba un nuevo día.